martes, 1 de marzo de 2016

                                              EL PEREJIL EN LA FRENTE

El orgullo de papá no puede tener fallos. Debe destacar en el cole o quizás en el deporte asignado por tirabuzones.
Si quiere saber como medir la temperatura a mas de uno, vayan a ver los partidos de sus hijos. Hay de todo, como en la parafarmacia, pero más de los sublevados, que no por ser baloncesto  o gimnasia  rítmica , se salva el arbitro del aquelarre  verbal y gestual.
En las gradas ya no hay amigos o vecinos, tampoco compañeros de colegio. En las gradas solo hay asesinos de lengua viperina, disidente y opositores a todo lo que no sea que el partido por sus genes 
es pura alegoría. Hay  pequeños casillas  de metro y veinte que anda con pies de puntillas como si fuera una garza y los papás entusiasmado dan codazos fácticos  para retratarlo e inmortalizar la escena. Hay malandrones que chillan hasta quedarse afónicos y terapias que consiste llamarle de todo al sufridor de negro. Mucho trabajo ursupado a  " Vallejos Najeras ", diluyéndose por los escalones de los pabellones deportivos.
Es igual que en el colegio que hay quien saca pecho de cualquier parcial, con "el mio es el que ha sacado mas nota",  saliéndole el perejil en la frente en cuanto en el siguiente pega, el niño el pechugazo.
En los deportes ya se riza el rizo, porque los padres se lo toman como si fuera de vida o muerte y pelean, por pelear, quitándose la mala baba acumulada, con los entrenadores, los árbitros, los jueces y los padres de los otros niños, que desde la cancha los miran, vía levantamiento de cabeza y asustados, como si fueran de otro planeta. Y es que el reproducirse es lo que tiene, cree que eres Dios en la tierra y que ese ser que era poco más que un guiñapo cárnico cuando te lo dieron entre babatas y logotipos  de la seguridad social, ahora es todo tu mundo vestido con los colores de tu equipo. Por eso berrea como carnero en celo, cuando nos meten lo que para ti, que tu puñetera vida
no as metido nada que no sea un intro en el teclado del ordenador, estaba cantado.
Y gimes  y no lloras de casualidad, no llegando a los extremos de otros que se encabritan y saltan de de las gradas para irse hasta el banquillo de los que juegan, con la finalidad de insultar al que no ha hecho justo lo que él tantas veces ha dicho en secretillo. Es un juego, ya ven, pero los mayores no lo entienden, ellos si,  que después de acabar dan lecciones de compañerismo abrazándose, con buen juego y deportividad, felicitando a los que han ganados o no cebándose con los que han perdidos. El
calvorota no, porque ése con hacer llorar a la criatura porque ése  con hacer llorar a la criatura porque no mete tanto, ya le  sobra, luego se solazará  menospreciando a los demás, todo sea que el orgullo de papá quede por encima.



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