viernes, 4 de noviembre de 2016

                                                                   HELADOS Y CASTAÑAS

En la plaza de San Antonio frente a la sede del PSOE, veo un puesto de castaña, que echa humo. Tardes lánguidas de final de octubre, cuando ya se ha evaporado las primeras lluvias, cuando de apagan los últimos reflejos del verano y la oscuridad vespertina asume el cambio de hora. Hemos pasado del festival Iberoamericano de Teatro a los disfraces de Halloween. Hoy se celebra los Tosantos en la Plaza y el mercado Virgen del Rosario. Hay huesos de santos, buñuelos y panellets en las pastelerías. Y el humo de esas castaña nos anuncia el frío que aún se esconde. No hay cola delante del puestecillo , que pregona su antigúedad.
Alli mismo en la calle Ancha, aún estamos en la temporada de los Italianos. Es una heladería, pero también una cafetería y sobre todo un salón. O un modo de vida. De lo poco que queda en Cádiz parecido a los antiguos cafés. Un eco remoto (entre gaditanos, italianos y parisino), para ver y ser visto. Gianni a mantenido el rito de cerrar el Salón Italiano en invierno como si le quisiera guardar un luto a los elados. Aquel es un escenario tipico de la primavera y el verano en Cádiz. Atravesamos unos días  indeciso, fronterizo, en los que es posible alternar los topolinos con las castañas asadas.
En general, octubre es un mes raro, que empieza con la Virgen del Rosario, cuando se pone el punto final al verano y comienza el otoño. En las playas aún veíamos a algunos fanáticos y fanáticas dispuestos a aferrarse a los últimos rayos de sol. Pero una parte de los que se bañan en los días laborables no son gaditanos. Son incluso rusos y de otros países del Este, que vienen en estas fechas a los hoteles de playa, aprovechando que son mas baratos.
En esa esquina de Ancha y San Antonio se resume en el tiempo. El humo de las castañas nos anuncia noviembre (el mes de los difuntos), igual que el humo del incienso nos alerta de la primavera. Llegan los Tosantos, con los puestos decorado que es una de las pocas huellas de su antiguo lustre. En Cádiz el otoño cuesta trabajo, y no sólo porque se pierde empleo, sino porque esta es una ciudad básicamente de bañador y chanclas.
Extramuro de la ciudad histórica que da mas contradicciones, como las heladerías abierta en las noches ventosas y fría (¿o son húmedas?) de la glorieta y el Paseo Marítimo. Por esa zona no se ven puestos de castaña, ni humo. ¿Porque la civilización del frío todavía no ha llegado a Puertatierra? Allí quieren bañarse y tener los chiringuitos abierto todo el año. Hay miedo a admitir que se ha acabado otro verano.

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