domingo, 6 de noviembre de 2016

                                                                   MENUDO CUAJARÓN ES ESTA 

Cuarenta años mas tarde de entregar los originales a una editorial Saramago vio publicada una novela que escribió con treinta y un año, Claraboya, en la que, con austera parquedad y en sentencia
inapelable, afirma que "morir en haber estado y ya no estar". Esta manera física de la muerte de la muerte, como vacío del espacio que ocupo el ser, tiene otra forma de acontecer o desencadenarse, puesto que quitarse de en medio de este mundo, morir, escribe el Nobel portugués en Ensayo sobre la ceguera, "siempre es una cuestión de tiempo". Si bien, distinto resulta el final cuando se presenta con su tiempo propio, sino a destiempo. Dado que "la muerte no es toda igual, lo que es igual, es estar muerto"; ya que así con clarividencia estoica también lo anuncia el escritor en su memorial del convento. Y sin abusar del mal fario, del repeluco que parece provocarse cuando se mienta la parca, una muerte es la del no estar,  la de haber cumplido el tiempo de la presencia, y otra la del olvido, que deja todavía más en abandono la sepultura por la negligencia de la desmemoria.
Los escritores que a estos quieren llegarse el exodio haya resultado fúnebre suelen contar con el amparo de las páginas que compusieron  mientras  estaban -una manera de decir, así mismo que fueron. Pero, para que tal amparo se haga recuerdo, efectivo, necesaria es la serena contribución  de la lectura.
Jose Maria Requena, novelista, poeta, ensayista, a la vez o por eso mismo que periodista, lego una amplia y depurada obra literaria tras su muerte en 1998. Nacido en 1925, en la localidad sevillana de Carmona, sostenía que la patria  de la infancia es uno de los mejores aposentos para la musa- si escapan de la vigilancia de Apolo en el par de personaje que, de un modo u otro, se aparecen cuando el reclamo de las paginas en blanco ha de ser resuelto con las mejores disposiciones de la escritura.
En 1971, tras muchas noches de vigilia  dada a la escritura, después de regresar a casa tras su oficio periodístico, ganó el Premio Nadal con su primera novela publicada y mas conocida, El Cuajarón.
De la razón del titulo, pronto da cuenta el autor en una nota introductoria a su novela: "Menudo cuajarón  es esta vida, remolino de verdades y mentiras, pesadillas en la que acaso sea lo mas sobrehumano  el hecho de poder barajar con sabrosa desgana los naipes todos del tiempo: la angustia con su astilla de presente; la esperanza, con su madejas  de ingenuidad, y la memoria, igual que un saco de sorpresa perdida, que no se resiste a ser sangre morada, vida muerta en ese universo
pequeñito que viene a ser un cuajarón".
Con ese ritmo quebrado en el que se descuadernan y alternan pasado, presente y futuro -memoria, angustia y esperanza-, Requena cuaja su novela al modo en que la vida misma, según  sostiene se hace un pastosa da misma,según sostiene, se hace un pastoso cuajarón. Esta manifestación plástica de la sangre también asistió al escritor cuando, en 1956, quedo finalista del Premio Adonais de poesía con su libro La sangre por las cosas: "Retrato es dificil no tener / La vida es un retrato que se agranda / al paso de la sangre por las cosas".
Aunque pensó realizar los  estudios de Filosofía y Letras, Requena, instado por su padre, acabó licenciándose en Derecho, en la Universidad de Sevilla, para ingresar después en la Escuela de Periodismo de Madrid. Tras desarrollar su labor periodística en Bilbao , como redactor de La Gaceta del Norte, regreso a su tierra en 1964, como subdirector de El Correo de Andalucía, periódico del que fue director en tiempos difíciles (1975 - 1978), con un arriesgado ejercicio de equilibrismo. Acabado este desempeño, se dedica de lleno a la actividad literaria y colabora como columnista hasta pocas fechas ante de su muerte.
Su obra literaria, ademas de la ya adelantada, incluye otros libros de poemas: Gracias pensativa - (1969), La vida cuando llueve - (1987); novelas: Pesebres de caoba (1982), con la que obtuvo el premio Villa de Bilbao, Aguas del sur (1988) Las naranjas de la la capital son agrias (1990) premio
Luis Berenguer , Los ojos del caballo (1991) o Etapa fin de sueño (1993); ademas de ensayos, relatos cortos e incluso obras teatral. Y sin embargo, el amparo de este testamento vicario no ha redimido, como debiera, la difinitiva muerte del olvido. Dos meses ante de morir, postrado por la enfermedad, Jose Maria escribió: "Hoy me siento muy campo / muy calle vacía esperándome / muy nada a punto de llevarse / Prefiero no amargarme con nombres / ni con recuerdos ni futuros. / Voy a echar mi alma / a rodar por una ladera / a ver si alguien la detiene y la besa: / ¿Eres tú el alma de José María?". 


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