miércoles, 30 de noviembre de 2016

                                                          AMARGA LECCIÓN DE FIDEL

Unicamente cabe celebrar las muertes de los santos, por que son el remate de la vida redonda. Tanto que se llama dies natalis al deceso, cerrando el circulo. La muerte de nadie más tiene ninguna gracia.
Eso en general. En particular la muerte que ya no conviene celebrar jamás es la de un dictador implacable que murió instalado en el poder. A mí como anticomunista me daría bastante vergúenza celebrar la muerte de Fidel.
¿No es celebrar una impotencia, acaso? Si al dictador, siendo un despiadado, llevando a la hermosa isla da Cuba a la ruina y el hambre, sólo fue capaz de derrocarle la muerte que ésa no falla, aunque incluso a ésa no falla aunque incluso a ésa Fidel Castro se le ha resistido lo suyo y le ha dado bastante esquinazo, y si fue la muerte, el anticastrismo no tiene nada de lo que enorgullecerse ni tampoco los partidos de la democracia y los derechos humanos. Es más  bien el momento de preguntarse qué hemos hecho tan rematadamente mal.
Por supueso el poder tiene a su disposición los medios para sostener en  el ídem que su primordial círculo vicioso. Los poderoso de todos los países, con independencia de ideología, se apoyan en  una colosal muestra de complicidad o, al menos, de corporativismo: no hay nada más que leer los comunicados oficiales tan correcto y repeinados de los Gobiernos del mundo, empezando por el nuestro. En política interna, la tendencia del ser humano al  maniqueísmo  y a los bandos irreconciliables ayuda mucho porque una parte de la población , por pura división de papales e impuro aprovechamiento, se pone de parte del dictador con la otra parte. Ni aunque me duela especialmente, hay que desdeñar el factor conservador, incluso en una dictadura marxista: los que prefieren quedarse como están, aunque estén mal, porque más vale malo conocido. Fidel era muy malo, si, pero muy conocido. De remate el exilio masivo hizo que los sectores mas activos de Cuba se volatilizarán . Julián Marías tiene muy escrito y defendido el deber moral de quedarse en el propio país cuando las cosas vienen mal dadas para tratarla de cambiarlas. Lejos de mi criticar los que se exiliarón, que comprendo muy bien, pero su ausencia se ha notado y se nota en la isla.
En las redes sociales se discurre sobre la figura de Fidel: unos se empeñen en ridiculizar  a los que defienden u honran olvidando que se ridiculizan solos. Lo duro es lo que duró; que debe sentarnos a pensar.

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