sábado, 19 de noviembre de 2016

                                                               EL RUIDO Y LA FURIA

Si alguien quiere conocer la realidad genuina de Estados Unidos, lo ultimo que debe hacer es hacerse fotos en Times Squares . Para saber como se vive de verdad, hay que visitar una pequeña oficina de la Seguridad Social perdida en las América profunda o bien pasarse por un supermercado de la cadena Walmart, sobre todo de noche, cuando los obesos mórbidos hacen sus compras a escondidas por miedo a que alguien pueda verlos. En las oficinas de la Seguridad Social se congrega la gente que viven de las ayudas sociales esas gentes que suele vivir en una roulotte  en las afueras de los pueblos y que no han pisado un colegio electoral en su vida. Y en los Walmart compra las gentes que solo puede pagarse producto que a la larga lo condenan a la obesidad y a las enfermedades . Ni unos ni otros tienen dinero para pagarse un buen seguro de salud o para soñar con enviar a sus hijos a la universidad. Con suerte, sus hijos trabajarán  en esos supermercados o cargando camiones en los centros de distribución de Amazon. Y si no la tienen, sus hijos se convertirán en adictos a la metanfetamina y un día saldrán fotografiado en el periódico local arrastrando los pies por haber atracado una gasolinera.
Esta gentes aún habla un idioma muy parecido al de los salmo de la Biblia, un idioma en el que existen las palabras pecado, sufrimiento, ira, miedo. Pero estas palabras ya no aparece en los discursos políticos, casi siempre inspirado en el "esperanto" moral de la corrección política. Si algún político tradicional se ha acordado alguna vez de esta gente, le has hablado en un lenguaje burocrático que mezcla el lexico de los trabajadores sociales con el vocabulario elitista de las universidades. Y cada vez que oye las palabras igualdad y derechos, o bien términos como "violencia
patriarcal" o "proyectos de modernización", estas gentes suelta un escupitajo.
Donald Trump ha sido primer candidato que se ha atrevido ha hablar un idioma comprensible para estas gentes. Un idioma vivo que esté hecho de sentimientos que esas gentes conocen bien: el miedo,
la rabia, la angustia, la humillación . Hillary Cliton, en cambio, habla el lenguaje robótico de la corrección política. Mientras escribo esto no sé cuál de los dos candidatos ha ganado las elecciones, pero lo indudable es que el nuevo lenguaje del miedo y la rabia ha llegado para quedarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario