viernes, 4 de noviembre de 2016

                                                                           MEDIO RUFIÁN

La infancia de Rufián tuvo que ser tremenda, Como ustedes son personas sensibles y delicadas no traten ni de imaginársela. A Rufián hay que quererlo o, si no se puede disimular. Aplaudirle algo , mimarlo siempre, decirle: "Arsa, chaval, ánimo" Aunque sea fácil  y él haga merito, meterse con el es abusar. Necesita cariño. Tarda  hacer lo que puede, pero el también  carga con lo suyo y no es suficiente. Fijense cómo Rufián suplica alguna carantoña de Pablo Iglesias y de Xavier Doménech.
Quiere ser su colega.
A menudo, desde el nacionalismo se ha acusado a éste o aquél de "fabricas de independentistas". Si se trata de hacer cumplir la ley o se recordaba la historia como fue  o se habla de la igualdad de los españoles, enseguida nos advertían  que las fabricas de independentistas  se ponían a pleno rendimiento. Ya, ya. Yo siempre sospeché que no hay mejor fabrica de independentistas queriendo ser ¿prefabricados. manufacturado  a Rufián? la ingeniería no tuvo que ser sencilla, desde luego. La metáfora tiene, advertiré de paso, una connotación  mas que interesante: los independentistas no nacen, se hacen en un proceso industrial, esto es, artificial, contaminante y, en el caso que nos ocupa, seguramente doloroso.
Pero si hablo de las fabricas es, sobre todo, porque Rufián  debe de ser, si mi alipori no me confunde,
una fabrica de españolístas a todo trapo. Soy  independentistas y lo veo hablar en la tribuna, echándose sal en sus heridas, repartiendo estopas para aliviarse  y yo me echo a la calle con un cartón  pintado con un "no me representan" o, mejor, un "No me dejéis con este" o, aún mejor, "Pobre".
Hay que darle una ración doble de cariño. Una, por su probable infancia. Comprenderlo todo es perdonarlo todo y todo eso. Y otra por su pre-adolescencia, esto es por su estado actual y sus benéficos colaterales. No se me ocurre un arma mas eficaz  contra el indepentismo. El Tribunal Constitucional no vale ni medio Rufián. Un Rufián , dos Rufianes, medio Rufián y así seguiría, espoleándole. 
Lo ultimo que tendría que hacer un español de bien es reirse del hombre que ya habra sufrido bastante y todavía ha de servir a la patria. Es  verlo de negro con la mirada baja, esquinada, con su verbo moroso, morado; y sentir una presión en el corazón que me parte el alma. Adoptemos al señor Rufián.


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