viernes, 2 de septiembre de 2016

                                                                   LA INFANCIA DESDICHADA

Hay toda una literatura dedicada a la infancia. Una literatura cuya exploración comienza no en XVIII/ XIX de Rousseau y de Dickens  sino al inicio mismo de la modernidad, cuando Lazaro de Tormes abre la infortunada senda de estos pequeños héroes,  valerosos y heridos. EL TESTAMENTO DE UN BROMISTAes un ejemplo más, pero un ejemplo extraordinario, del interés que el arte ha demostrado, desde entonces, por el destino de la infancia, un interés que se vio acrecentado por la moderna institución  de colegios y orfanatos en tiempo de la Ilustración , pero cuyo origen quizá  haya que buscar el retrato de la intimidad burguesa que acometieron, cada
cada uno a su, cada uno a su modo romántico e ilustrados.
Una intimidad burguesa, mezquina brutal  y ordenacista es la que Vallés acuña en estas breves estampa de la Francia de 1869, no se trata, aun así, del cruel desvalimiento  en que se hallaron los personajes de Dickens y Edmondo  de Aminis; o de la abrumadora soledad que padecieron , en un Londres húmedo y vertiginoso, los hermanos De Quicey; y tampoco del perverso que infligirá Sade
a sus victimas. La desdicha que atañe al joven vallés es la propia de una familia áspera y sin afecto, pero que sin embargo guarda una apariencia  de humanidad y decoro, acorde con su clase
En el interior del hogar, sin embargo, el niño vallés solo recabaria una violencia inecua y deliberada y un alimento escaso. Escrito con un duro y conmovedor despego, EL TESTAMENTO DE UN BROMISTA es también el relato de una conversión y de una forja: de un muchacho, fortalecido por la brutalidad de sus padres y la resuelta conversión de un niño  a la causa de los desfavorecidos. No en vano, el Vallés  adulto  seria un destacado agitador social vinculado a la comuna. Y es probable que fuera esa vida de privaciones y sobresaltos-la vida de conspirador exiliado y del panfletario que le precipitara su muerte en febrero de 1885.
En el principio, sin embargo fue el niño . Y el niño que vallés recuerda en esta pagina ha sustanciado ya su dolor, ha diluido su cólera, en una adusta y melancólica grandeza.


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