Hay toda una literatura dedicada a la infancia. Una literatura cuya exploración comienza no en XVIII/ XIX de Rousseau y de Dickens sino al inicio mismo de la modernidad, cuando Lazaro de Tormes abre la infortunada senda de estos pequeños héroes, valerosos y heridos. EL TESTAMENTO DE UN BROMISTAes un ejemplo más, pero un ejemplo extraordinario, del interés que el arte ha demostrado, desde entonces, por el destino de la infancia, un interés que se vio acrecentado por la moderna institución de colegios y orfanatos en tiempo de la Ilustración , pero cuyo origen quizá haya que buscar el retrato de la intimidad burguesa que acometieron, cada
cada uno a su, cada uno a su modo romántico e ilustrados.
Una intimidad burguesa, mezquina brutal y ordenacista es la que Vallés acuña en estas breves estampa de la Francia de 1869, no se trata, aun así, del cruel desvalimiento en que se hallaron los personajes de Dickens y Edmondo de Aminis; o de la abrumadora soledad que padecieron , en un Londres húmedo y vertiginoso, los hermanos De Quicey; y tampoco del perverso que infligirá Sade
a sus victimas. La desdicha que atañe al joven vallés es la propia de una familia áspera y sin afecto, pero que sin embargo guarda una apariencia de humanidad y decoro, acorde con su clase


En el principio, sin embargo fue el niño . Y el niño que vallés recuerda en esta pagina ha sustanciado ya su dolor, ha diluido su cólera, en una adusta y melancólica grandeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario