viernes, 23 de octubre de 2015

CÓMO HEMOS CAMBIADO

La amnesia de Porto es un recurrente a la modernidad. Ademas, las grandes acusadas del "Caso" también se declaraban inocentes, aún con garrotes ajustándole el cuello.
Es blanquecina como flor de loto, al modo de geisha idolatrada por la nueva cultura de los mangas. Ese, la blancura, era un aditamento de belleza que también usaban nuestras abuelas que se empolvaban medio cuerpo y el otro medio. Pero en la delgadez, en cambio, no reparaban, porque las redondeces y las curvas estaban a las mas enclenques y las flacuchas no valían ni un cuarto de fotograma.
Se hacia pucherazos en las urnas y había terratenientes. Ahora los nobles salen realitys y serie B y los políticos se llevan las manos llenas. Las cárceles están de entradas y salidas y con folclóricas ambiciones que dan santo y seña de novedad al que llega.
La recién casada no busca niña que le lleven la cola, sino hijas tenidas con el que se casa u otro, que hay que probar antes de dar las bendiciones  y poner la vacuna del papiloma luego de la primera comunión.
Las clases de catecismo se dan fuera del aula o no, pero el convite si que es lo bueno, porque la religión, la misa y el recitar versículos emblemáticos solo dura lo que la fiesta y el envelludarse el bigote o las pantorrillas. Son mejores los amigos que los padres y los anticonceptivos que estudiar, cayendo en desuso los gorilas y las monjas acusadoras, de tener uñas pintadas en mitad de la Plaza España.Y no se ve niñas con uniformes, con talle bajo y a media piernas, que ahora parecen mas bailarinas de strip tease que niñas de colegio de pago. Ante las madres nos compraba el uniforme para varios años y lo llevábamos encapotados, disidente a ninguna mirada obscena, que no se daba mas que como ahora en otros pueblos menos convidados de democracia y salutaciones informativas,
por la imaginación imperante, las muchas ganas y la poca libertad. Hemos ganado en muchas cosas
que son muy buenas como es respeto que no usamos, la cultura que no gastamos y la información que tergiversamos o nos modela. En cambio, hemos perdidos en vergúenzas toreras, en ganas de llegar, en hambre de justicia, de derechos y miradas largas. El garrote vil ahora nos ahoga a las mujeres que presumen de haber conseguido metas, pero las siguen matando, teniendo que taconear fuerte para salir al trote, sesgando la maternidad y olvidándose de ellas mismas. No había ropa de los chinos, porque solo conocián a los de la película de Kung Fu o antes al de la huchíta. Frotándose las manos los sastres y los modistas, los que vendían telas e hilos, cremalleras y botones. Ahora llevan cinturones de seguridad y air bang, con ropas echa en series, con la máxima seguridad y sin 
fumar, con aires acondicionado, pero aún así penamos por un ataque de corazón, ahogándonos el garrote de nuestras metas.

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