viernes, 25 de septiembre de 2015

SECUENCIAS

En la puerta de Observación del Puerta del Mar, las gentes se apiña con caras melancólica. Es el efecto abandono que regala el hospital, las inclemencias de los pasillos, las batas blancas y verde, asépticas a más no poder. D entro no, porque traspasando la puerta, el equipo se magnifica, las gentes vibra y amabiliza las situaciones, a base, a base de profesionalidad y ganas. Es un  medio hostil lleno de erratas de la naturaleza que ellos, los que habitan esas batas, quieren erradicar sin que siempre puedan.
Somos una especie que mata por disfrute, que draga gargantas, que ve un telediario y sigue comiendo o chatea a las puertas de una urgencias. Somos los mas grandes o los mas pequeños, como los sirios que lloran frente a las cámaras por ver si pueden atracar en la próspera Alemania. No les envidio ni les críticos, la racionalidad me libre, solo les miro como hacemos todos, menos los cámara o los idealista que se ponen en primera linea, que no en su piel, porque el hambre, el miedo y la impotencia es solo de ellos, los que se disuelven tras una alambrada sembrada de concertinas. En Observación de Urgencia, había muchas cortinillas blanca que no habilitaba mas que intimidad, esa,que tampoco abunda ben los hospitales, acostumbrados a lidiar con la cotidianidad del individuo, con sus víscera, sin sentimientos, sino con enfermedades que trepan. Y sin embargo, había humanidad, había respeto, había sonrisa cómplices y hasta animo sobrado, con gentes mal pagada y poco respetada, porque pasaron los tiempos de la educación y la admiración, y ahora todo se vende a bajo precio. Tras las cortinillas blancas,la muerte estaba pertrechada, en bocas que se abrian sin bostezo, sino con esa compulsión  que nos regala la vida, ella tan perra, que nos seduce aún no somos más que pellejo de esqueleto. Fuera, el día emergía, el sol calentaba, y los pasos de peatones no eran sino cebras camufladas en la red urbana, para darnos algo de seguridad a los que penábamos  de juanetes. La vida se imponía a cada paso, vibraba a cada paso, con tiendecillas que  reculeaban las esquinas, supermercado con oferta y gentes trotando a ninguna parte. El efecto abandono, lo padecemos los que envejecemos, los que tenemos la suerte de vivir para que otros padezcan, siendo testigos infame de ese trasiego que nos corresponderá más tarde o temprano, según las cuentas que la Parca haya hecho en nuestra agenda.
Pero mientras, boqueamos  día, sol y arena, y venteamos las narices con el aroma a mojado que nos imprime esa primera lluvia tan deseada. Luego nos hartaremos como los de los sirios, porque habrá  lluvia de sobra y ya no será motivo de regocijo, sino hastío y hasta de hartazgo. Como todo. Hasta los que esperan la hora de visita en la puerta de Observación. Hasta Sonia que pelea con una sonrisa colgando de su cara, brillándole en las gafas metálicas.

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