miércoles, 1 de junio de 2016

                                                           EL BATALLÓN DE LOS CABREADOS

En un curso de socorrismo reciente, el instructor decía a los alumnos que ante una situación difícil habían de se egoísta. Aducía que si no podían salvar otra vida, la propia estaba antes.
Esto es evidente, no pueden salvar una vida si no salvas antes la tuya. Nadie puede dar lo que no tiene, el que no tiene vida no puede ayudar a la vida de otro.
Ahora bien, la expresión no parece muy afortunada, esta idea se puede plantear mejor. Sin esa carga de egocentrismo de la que nuestra sociedad hace gala extendida y profunda.
Es preferible, por ejemplo, la frase "la caridad empieza por uno mismo". Para ayudar a otro primero te tienes que ayudar a ti primero.
Es peyorativo enseñar a un socorrista es que debe de ser egoísta. Ese mensaje de egoísmo sobra en una sociedad tan repleta de ego, que no puede ver en la carretera conduciendo, en la reunoón de la comunidad de vecinos, en la calle, en cualquier establecimiento. Rezuma por doquier el yo-yo-yo y más yo. Y antes que eso, yo para mi conmigo.
Esto va en la linea del pensamiento de Maquiavello (conseguir un objetivo al margen de la ética o el fin justifica los medios). Van en linea de una visión protestante de la sociedad (si estamos salvados
¿porque no hacer lo que me beneficia particularmente?)
Va en linea de dar el premio Nobel a los indignados porque con la indignación queremos cambiar la sociedad. Aun reconociendo las buenas intenciones de los indignados (léase podemos) qué es indignarse sino cabrearse que es una forma de perder la calma más propia de la cabra que del hombre. Indignarse es el enfado propio de las personas que no tienen control de si. Para ser una persona ecuánime y racional no debe de darle pábilo al enfado, a la indignación. Dice Santandreu que "que no tiene ningún merito saber enfadarse:basta con tener unas cuantas neuronas dañadas".
O como dice Maria Teresa Perales -nadadora medallista olimpica- que "si te pasa la vida mirandote el ombligo, te vuelve egoista, y eso nunca te hace feliz.

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