viernes, 8 de enero de 2016

                                      UN LARGO Y ARDIENTE VERANO

Tal titulo en Venezuela de una película que aquí conocimos como "El largo y cálido verano", basada en una novela de Faulkner. En ella, un joven Paul Newman (su interpretación  obtuvo en 1958, el Premio del Festival de Cannes al mejor actor) luchaba por su supervivencia en un pequeño pueblo, tras ser expulsado de otra ciudad acusado de haber provocado un incendio. Respirábamos, por momentos, una una intensidad casi intolerable, una infinita descomposición, una infinita y negra carnalidad propia de los héroes de Faulkner: hombre desintegrados por la envidia, por el alcohol, por la soledad, por la erosión del odio.
Me pregunto si esta situación innoble y su ambiente demoníaco se ha trasladado desde el teatro del estado de Mississipi a este otro teatro de nuestro estado. El calentamiento climático, síntoma de una enfermedad llamada capitalismo, se complace en evidenciar a los que niegan su existencia y hasta hace unos días asistímo al extraño e inusual espectáculo de contemplar el alumbrado navideño mientras pensábamos si seria buena idea o no darse un chapuzón del año en la playa.
Aunque fuera simplemente para alejar la calentura de tanta locura independentista autonómica, de tanta verborrea demagógica, de tantos insultos políticos, queremos recuperar cierta frialdad razonable. Si lo hubiéramos hecho no sabríamos  no sabríamos muy bien de donde procede esta ingenua teoría de lo frío y lo caliente y descubriríamos  a la filosofía que la produjo a punto de tirotear de gracia, junto a Hipócrates, Empédockes, Heráclito y tantos otros formando parte de este gran cajón de sastre por el que asoma, medio sepultada, la cabeza del propio Faulkner (también para nuestra desgracia, la de Nabokov). Ante cualquier conflicto, repetimos: "¿Para que estas la ONU". Según parece, para omitir sus recomendaciones de preservar las Humanidades y el saber filosófico acumulado a través de los siglos. No sé si será cuestión  de la edad o una constante de la historia, pero cuando me afligen estos "calores de la andropausia" me refugio en mis ligros en mis ayeres, y vuelvo a descubrir cuánta razón tenía Poe cuando, acusado de imitar la literatura alemana, respondió con verdad: "El terror no es Alemania, es del alma".

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