martes, 12 de noviembre de 2013

A LAS DOCE DE LA NOCHE

No había brujas, ni vampiros, ni seres de ultratumba, solo el, que rezumaba sangre en el asfalto. En la barriada del Jardín de Málaga todo era silencio, con casas habitadas por personas trabajadoras que tienen que dormir profundo. Por eso un solo vecino supo del suceso. "Creí que había sido una maceta que se había caído por el viento", diría después a la policía. "Pero si no hace viento", se dijo en silencio y le dio por mirar y vio al muerto tendido..."¡¡¡Joder es Pepe", exclamó y un escalofrío de muerte, le recorrió el cuerpo. La vecina del segundo, estaba viendo una película y al sentir el golpe, se temió que le quisieran entrar a robar en su piso. Miro también y se quedo de sal, por lo que fue su marido el que acudió, dio parte a una ambulancia y se quedo con el cuerpo. Pepe había saltado. Llego la policía, golpeo la puerta de su piso, llamó al teléfono de su mujer y entonces, al escucharlo dentro, se lo temieron, porque antes lo habían visto. Porque los cobardes siempre mueren dos veces. Charo estaba muerta, sentada en el sofá, con las zapatillas puestas, cosida a puñaladas, en el tórax, el cuello, las manos y los antebrazos, para quitarse de sí, la desangrada que le dispensaba Pepe, con tan gran alegría. Luego se le paso la euforia y se sintió culpable, la miro y no quiso pasar por comisaria. Pensó en colgarse del ventilador del techo, pero este se soltó de su culpa y lo llevó, de golpe, a la realidad de lo que había hecho. Porque Charo lo miraba muerta y ensangrentada desde el sofá. Se quiso rajar el cuello pero le dolía porque era sus carnes y no la de Charo la que le hería, así que se fue para el balcón, lo abrió, tomo impulso y se tiro, diez horas tarde, era el computo de las que Charo, llevaba muerta. La policía cree que la mató porque le echo de casa, pero no fue por eso, la mató, porque era un desgraciado. Porque ella lo había cuidado cuando estaba enfermo, lo había metido en su casa, cuando no tenia donde quedarse muerto y luego la había cansado. Su relación estaba rota, desde hacia mucho tiempo y le había dicho "vete ya me tienes muy harta", a lo que él le había contestado que "la iba a rajar hasta dejarla seca". Seca, la dejo, manchando el sofá de la salita, de sangre fresca y ajena, con los vecinos asustados, el crimen de boca en boca, el marido de Mari Ángeles, la del segundo,  con el miedo de corbata y el puzle del suicida recorriéndole el cerebro, en cuanto cierra los ojos. Y Alfonso, el que creyó que era una maceta caída, se conjetura porque pasan estas cosas, porque parecían normales y ahora están muertos "con lo fácil que es coger la puerta e irte, cuando ya no te quieren".

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