martes, 13 de diciembre de 2016

COMIDA DE EMPRESA

                                                                 COMIDA DE EMPRESA

Hemos asumidos con resignación que nuestras principales capitales de provincia y no pocos pueblos viven del turismo. Más que del turismo deberíamos decir de la hostelería, es decir del negocio que crean empleo de baja calidad. Quizá con el tiempo nos llamaremos Camarerilandia o bar Town Ltd., y seguiremos creyendo que los bares, las franquicias, las heladerías que surgen como champiñones y las cafeterías multinacionales son los salvavidas de nuestra competitividad, en un ejercicio de Análisis Económico Mágico: mira que uno conoce gente, Pero no tengo ningún conocido que viva de esa maná de chancla,axila para tus ojos conjunto Decathlón. Volver como cada año -otrra vez, si- al escribir sobre las comidas navideña de empresa en una pequeña es una pedrada sobre el tejado de nuestra terciarizada estructura económica regional. Muchos restaurante hacen su diciembre con estas comida de organigrama que rompen en gintónic. No creo que ningún negocio sufra estas palabras de disidencia renovada.
Habrán vuelto a toparse en una terraza, un restaurante o en un bar de copa con alguna de esas reuniones fraterno-beodas: grupo heterogéneo, cercano a la paridad de géneros, ruidoso, de cierta edad que evoluciona desde un cierto apuro por lo poco habitual de irse de juerga con los compañeros a una desinhibición etílica que puede causar pesadumbre y desconsuelo al día siguiente: "Eres mi jefe, Curro, pero te lo tengo que decir: ese día metiste la pata hasta el corvejón" o "Charito espero que no se me note mucho que me pones una barbaridad". Es una tarde larga -un pasadía, lo llaman los caribeños- en la que uno vuelve a casa sin blanca. En el menú de 40 o 50 con chupito incluido, jarra poco fria de cerveza y tinto que llega descorchado, con sus entrantes adocenado al centro y su dicotomía carne / pescado, se produce unas misteriosas deseconomías de escala:  en vez de dar más y mejor por tratarse de un grupo numeroso, pasa justo lo contrario . Y qué menos que tres pelotazo en copa de balón ya dando o refiriendo la brasa con jefes y Charitos. Estas comidas tienen sentido cuando la pagaba la empresa a modo de gratificación  y para insulflar un poco de buen rollito entre los recursos humanos. Ya pocas empresas asumen el ágape, y paga el empleado a escote. Y, ésa es otra, el empleado suele gastar en almuerzo y cena de empresa (hermandad, colegas históricos) más de 200 euros en la antesala de la Navidad del come y el engorde. Más que en lotería de navidad,  el gordo y el niño. Qye es verdad, toca bastante menos que el compañero de Charito.

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