viernes, 26 de junio de 2015

MURALLAS

En un futuro no muy lejano viviremos entre murallas. No se tras cuales estarán ustedes ni frente las que estaré yo, pero estaremos. Y las hay, no física si no geopolíticas y sobre todo sociales.
Se derribo el muro de Berlín y se quiso acabar con la amenaza de la guerra nuclear y ahora nos apuntan los misiles soviéticos, con la mirilla puesta en nuestro patio de macetas.
Hungría no es el único en expresar que no quiere refugiados, nosotros tampoco, si no porqué las concertinas, deparramando carne africana. Somos muchos y abultamos, sin posibilidad de viajar porque Marte es una ficción a la que no se puede expulsar a nadie.
Pero no me arruguen que siempre hay esperanza.
El módulo Philae manda datos de cómo se construyeron los planetas.
Así empezó el imperio naval de los romanos, desguazando buques fenicios a fuerza de destripar tablones engranados y pez negra.
Las murallas existen e irán a mas porque queremos proteger lo que tenemos de las hordas de los ogros que empujan a las masas que vienen a comerse nuestra despensa. No nos da pena, ni siquiera a los que deberían por conciencia, porque no despellejamos de ella untándonos en cremas de cien euros.
Vivimos bien, aunque nos quejamos y la patética estampa de los campos de refugiados, de los desmanes de las hordas y de los niños transportada por famélica manos, no la pela, tanto o mas que suba o baje la bolsa, muchísimo menos que quién gane nuestro reality favorito.
Nos enlutamos la frente con teleseries americana o japonesa, nos atufamos el olfato y solo creemos en nosotros mismos, espermatozoides privilegiado que llegaron a la meta del Estado del bienestar, tan precario como un resoplido en las bolsas europeas. Tendremos que hacer mas alta la muralla, mas sordo el oído a los gritos, mas templanza a la desesperanza  y sobre todo, dejar de ver noticiarios a la hora de la comida que dan muchas noticias desagradables que nos quitan el apetito.
La hordas de ogros están avanzando y las preceden ellos, los innombrables, los empleados, los vencidos, quedando atrás solo los muertos. Las ciudades están rotas, desvencijadas y no se reconstruyen porque no valen nada, en cambio los escenario de películas, las grandes macro-producciones viven el sueño dorado de la eternidad efímera.
Somos tan necios siendo que parecemos muñecos en el tendedero, con la ropa empapada de agua y el pelo descompuesto.Miramos para todas partes pero no vemos, solo consumimos , desempeñamos y volvemos a consumir, tirándonos a nosotros mismos por la cuesta que nos lleva a la realidad esclava, a los otros que son como nosotros, dos pies y dos manos.
Nos apuntan misiles y estamos en guerra, solo que aún no hemos caído y por eso no nos damos cuenta. Las hordas esperan. Ellos siempre esperan que la carne desvencijada de los rotos caiga sobre nuestras cabezas.

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