domingo, 15 de enero de 2017

                                                                     CUESTA DE ENERO

Para la familia, la clásica cuesta de enero se ha diluido en el repecho perenne del año. No se nota un esfuerzo especial o, incluso es menor que en septiembre con la cuesta del inicio del curso, o en junio, con Hacienda a las espaldas. La cueste a la que me refiero es la de las administraciones publicas que tienen que cerrar de una vez sus presupuestos, que se le resiste como a todos. "Mal de muchos consuelo de tonto", es lo primero que piensa uno, viendo que a los grandes y los medianos le cuesta cuadrar las cuentas tanto como a los chicos. Es como la democracia de ultratumba de Jorge Manrique, pero pasando por caja (por otra caja).
Hay consuelos menos tontos, Borges alertó de que el dinero confunde los deseos con la realidad, esto es, que la falta de dinero es el principal principio de realidad. Teniendo en cuenta cómo  acaban las utopías políticas, es un alivio pensar que la falta de presupuesto les ponga coto. Todo el jaleo gore de estudiante de Salamanca termina con "el bullicio y rumor de los talleres" y es esa la música que nunca deben acallar los himnos de las ideologías. Recordarlo hoy, que acaban definitivamente las vacaciones y cada cual vuelve a su taller, no está mal. En De noche, bajo el puente de piedra, la joya de Leo Perutz que no me canso de recomendarles, la tensión la tensión de fondo se establece entre el poder imperial de Rodolfo II y su imperiosa falta de dinero, que ha de suplir el judío Meisi. El tercer vértice del triangulo narrativo es la belleza de Esther, pero no viene a cuento, o a cuentas.
Hemos de vigilar el endeudamiento de las administraciones publicas por tres motivos. Por la educación de Micawber, de Dickens que, cada vez se habla de déficit, me pongo a recitar como un mantra : "ingresos anuales de veinte libras; y seis peniques; resultado: la miseria". En segundo lugar porque las facturas de cuadrar los números  nos la van a pasar a nosotros o a nuestros pobres hijos. Pero también porque ceñirse al presupuesto es una garantía de racionalidad  y sentido común.
En resumidas cuentas verles entretenidos  con las cuentas nos da la seguridad de que están dándose un baño de realidad (mas higiénico) y que, ademas no están mientras tanto, como se dice de los niños, haciendo otra cosa.

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