sábado, 4 de febrero de 2017

                                                                        MENOS JALEO

Esos vídeos en que se ve cómo algunos ciudadanos asaltan los plenos del Ayuntamiento de Cádiz para increpar al alcalde José Maria Gonzalez "Kichi" y a su equipo de gobierno tiene mucho peligro. Sobre todo para los contrarios políticamente al alcalde y a su partido. Podría expandirse cierto regodeo de puro gusto. Esto es, que uno se recrearse en la justicia poética de que el alcalde que hace muy poco coreaba la consigna  de "la próxima visita / será con dinamita" tuviera que vérsela con sus propios megáfonos o análogos. Una dosis de su propia medicina, como se dice.
Pero esa homeopatía nos sienta mal a todos, no solo el alcalde. Porque extiende la falta de respeto institucional, la osteopororosi del sistema democrático. Precisamente los increpantes suelen hacer menciones encendidas a su derecho democráticos de reventar a grito  los plenos y de insultar a los representantes públicos. Se ha equiparado "la democracia" con lo que la desmorona.
La situación exige poner pie en la pared los antiguos revolucionarios ahora revolucionados tendrían que reflexionar sobre los inmorales versos de Tomás Moro de Shakespeare: "¿Que capitán rebelde /iniciando el motín podría con su nombre / retener a la chusma ? ¿Quién obedecerá / a ese traidor cuya proclamación / de "capitán" (o de alcalde en nuestro caso) no os puede sonar bien / llevando el adjetivo de "rebelde"?. Quien no respeta no puede exigir respeto, del mismo modo que quien desobedece no puede esperar obediencia. Es la teoría del Motor Inmóvil de Aristóteles  aplicada a la autoridad. Eso nos llevaría muy lejos, logicamente , pero basta saber que nadie puede cosechar en política lo que no sembró y viceversa.
Pero también han de poner pie en pared los que se alegran de este jaleo. Así como quien no quiere la cosa, están justificando retrospectivamente cuando los otros actos. Nada demuestra tanto el respecto por las instituciones democráticas como cuando se exige para nuestros contrincantes políticos.
El altercado y el insulto no favorecen en realidad, a nadie, porque como se ve  el que durante un momento parece que acorrala de esa manera a su rival acaba más pronto que tarde, acorralado y con su propio método. La oposición política es mas poderosa y, en el fondo más implacable cuanto más sensata, razonada, educada y comprensiba con el contricante. Los gritos y los insultos nos ensordecen y rebajan en todos.

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