miércoles, 1 de febrero de 2017

                                                            LUGARES  COMUNES

Antes de escribir el articulo semanal me gusta echar un vistazo a todo lo que se publica por los mejores columnistas del momento por lo mas leídos también. Me lo leídos también. Me lo leo para buscar sobre qué escribir yo mismo sin causar saturación. Casi siempre acabo defraudado porque el pensamiento único también ha llegado la opinión y es bien pobre que en todos lados se hable sobre lo mismo y con muy pocos matices. La opinión publicada en su mayoría es una suerte de marea, un ruido de fondo, que sube y baja y repite el lugar común que ya los tertulianos han manoseado previamente.
La opinión no provoca reflexión sino hartazgo. Parece el ejercicio escolar de un niño al que han castigado a repetir cien veces lo mismo. Que si Pedro Sánchez y Susana, que si Iglesias y Errejón, que si Patxi y Susana y Sanchez, que si Trump y Putin. El columnista está echo de inmediatez y de lo cotidiano y claro, es lógico que se repita y que todos hablen de lo que pasa en el momento.
Lo que echo en falta es la opinión, la verdadera opinión. El criterio distinto se comparte o no. No imagino a Umbral diciendo lo mismo que Anson, ni a Vázquez Montalbán lo mismo que  Campmany, ni a Alcántara o Vicent diciendo algo vulgar. Camba y Ruano jamas coincidiría en sus opiniones ni en su genialidad porque eran únicos, por mas que coincidiera en el tiempo y en la noticia. Ahora están Arcadi y los Arcadistas, todos escribiendo igual; los tertulianos, todos repitiendo su opiniones por escrito. Y, poco más porque los verdaderos escritores con columna se escapan del instante y escriben de lo cotidiano o de cualquier cosa menos de lo que pasa.
La actualidad está huérfana, no hay quien nos la cuente. Lugares comunes para justificar esta Europa náufraga o loa España ingobernable pero domesticada o la resurrección de los nacionalismos que nunca murieron. Es mas fácil criticar al machote de Trump que a la sociedad que es capaz de elegirlo como presidente y preguntarse por qué ocurre eso.
Vivimos unos tiempos desasosegante en los que la corrupción se ha descubierto pero de nada sirve,
los derechos que créciamos consagrados se revierten sin saber hasta donde; seguimos en manos de especuladores que manejan una vieja Europa en quiebra que solo sabe cerrar sus fronteras. Pero no sabemos contarlos, hay miedo e incertidumbre. Por eso habla tanto del frío y de lo evidente. No sabemos contar,o opinar y arriesgar. No hay valor.

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