viernes, 13 de noviembre de 2015

                                                            MALDITOS

Acalló el grito de sorpresa y de horror que le broto de la garganta. No podía estar pasando. Exactamente, no podía estar pasando otra vez. Notó como un sudor frío por las axilas, y negando con la cabeza, se sentó en la taza del inodoro para amortiguar que esa sensación  de mareo súbito la hiciera resbalar hasta el suelo con la cabeza entre las piernas.
Mientras, se obligaba a respirar para tranquilizarse. A su mente acudieron aquellas imágenes que, como ahora, le revolvieron el estomago.
"Malditos sean". Se obligo a mirar otra vez, solo para cerciorarse  de lo que todavía negaba a  aceptar y que era más que evidente. Y volvió  a sentarse. Llevándose la mano a la boca, recordó que hizo en aquella ocasión  y que se esforzó por hacerlo bien. Y sobre todo lo más importante: no dejar huellas. Cortar de raíz y no dejar huellas. Entonces lo hizo bien, y lo hizo ella misma, se dijo.
Se armo de valor y se sobrepuso a la náusea que le producía solo pensar en volver a hacerlo. Llevaba grabadas a fuego las palabras de su padre: "Hay cosas que, si quieres cortarlas de raíz, deberás hacerlas tú misma. No lo olvides nunca".
En mala hora asumió esa máxima familiar como ley de vida, porque en aquella ocasión, lo que tuvo que hacer ella, y nada más, fue matar.
No quería recordarlo. Quería borrarlo de su mente aquellas imágenes que todavía la hacían estremecerse de horror y de asco. Quería borrar de su mente también los gritos de dolor.
Y también el silencio estremecedor, que vino después. Por ello, tras investigar varios métodos sin levantar sospechas, compró todo lo necesario igualmente de manera sigilosa. Todas las armas y utensilios que necesitó, como los guantes de látex, eran nuevos.
Quiso hacerlo así para hacerlo bien, y sobre todo, porque sabia que después de usarlas se deshasería de todo.
No quería que nadie echara en falta nada de la casa, para no suscitar preguntas de ningún tipo.
Mientras pensaba que hacer, se levantó del baño y salio y se obligó a aparentar normalidad por el bien de su hija. La oyó preguntarle que si le pasaba algo, que tenia mala cara,  y le respondió que se fuera a la cama, y que leyera un rato si le quería. Que ella se iba a acostar también porque le dolía la cabeza. Ya en la cama, rememoró que, para poder hacer lo que hizo, tomó la determinación de hacerlo sin pensar. Actuar mecánicamente, y hacerlo sin compasión. Desoír las suplicas de que parara, y los gritos, y acabar. Con una entereza y frialdad que no supo de donde salían. Luego, como el señor Lobo de la película de Tarantino abordó la ultima fase: eliminar cualquier vestígo.
Recordó con una sonrisa amarga que tuvo que borrar todas las huellas, limpiar el baño, frotar azulejos...y lavar con agua caliente todas las ropas. Que no quedara ni rastro. Y aquella limpieza catártica  le sirvió además para enterrar en lo mas profundo de su mente lo sucedido.
Pero ahora era distinto. las cosas habían cambiado. Ahora tenía contactos.
En concreto, tenia uno. Al parecer acababa de llegar a la ciudad. Mucho mejor. Fiable y rápido. Limpio. Profesional.
Había que pagar, claro esta, pero eso no tenia importancia alguna si le evitaba revivir  aquella experiencia que la marcó y que, si podía evitarlo, por nada del mundo querría volver a repetir.
Si se deshacían de su problema, y lo que es mas importante, lo hacían en su lugar, ese dinero estaria muy bien empleado.
A la mañana siguiente cogió su móvil marco el numero y al escuchar "diga" pregunto por Nina .
Al otro lado del teléfono se escucharon unos pasos apresurados, y tras menos de 15 segundos oyó una voz que se identifico como Nina "Hola Nina te llamo de parte de Sally. Tengo un problema", informó. La voz le pregunto de que tamaño. "Bastante grande, y necesito que me lo soluciones". 
"Pásate hoy mismo por aquí. ¿Sabes la dirección?" pregunto Nina. "Si. Por favor ¿podríamos vernos a una hora en la que no haya nadie y que haya poca gentes por la calle? Cuanto menos llame la atención mejor" Al final, acordaron verse a las 15,30.
Tocó el botón rojo de fin de llamada con un suspiro de alivio y ansiedad.
A las 15,28 de la tarde, y con unas gafas de sol de famosa de aeropuerto, que tapaban media cara, tocó el timbre del establecimiento. Segundos mas tarde, una chica joven le abrió la puerta. "Que puntualidad. Soy Nina", dijo con una sonrisa. "bueno pues empecemos.Vamos a erradicar ese problema".
A modo de respuesta, dirigió na mirada de aliento a su hija, admiro sus bucles y la empujo suavemente hacia Nina. "No te vas a doler cielo. Acuerdate de la última vez que los tuviste, que casi te dejo calva pasándote la liendrera".


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