miércoles, 10 de diciembre de 2014

UN CUADRO

Hace falta mucho talante, sin Zapatero, para mirar un cuadro de hace más de veinte años y no echarse a llorar. Veinte años en dos décadas , no dejan el espiritu  fuera de juego, las arrugas desmañadas y el trono por cabeza. Hay un nuevo Rey, una presunta imputada, otra divorciada y los antiguos señores, separados de hecho. Hace falta mucho apalanque para no dar un paso atrás y mirar de soslayo lo que ya no seremos, en una idílica estampa de familia bien avenida sin fisura ni escama. Pero bien mirado, lo mismo el Rey dimitido lleva razón y si que es un éxito porque se esclarece la estampa y solo vemos eso, lo que ahora tenemos. Los que ante no querían estar juntos ya no lo están , los que todos querían separados, juntos, el nuevo Rey solo y la infanta divorciada, estirada, segura de sí misma. Es un cuadro real, la realidad de ese momento revenida en los rajes, en los zapatos, carne de cañón de museo de tardes de domingo, con cola interminables para verlo, porque el precio de entrada es cero. No quiso posar para Picasso, la duquesa fallecida, como su antepasada desnuda  y después las carnes zozobraron , si es que en algún momento fueron firmes, y las arrugas cundieron y los pechos desbordaron barricadas  encorsetadas voltereta de su dueña. No es alguien loado por sus correrías, más que si es hombre y afamado, por lo tanto ya hemos ganado, aún en lo malo, algo bueno. Y es que estoy algo optimista y la metafísica me invade y Ana Mato sonríe mientras le entrega la cartera a su sucesor, como no queriendo darla y pareciendo mas bien que está dispuesta a darle en la cabeza con ella. Cosas mías no me crean, que desarbolo amarras como el levante, colándome por las migajas de realidades alternativas. Hay quien no me entiende, pero no hay problemas, porque siempre nos quedarás un huequito de conciábulo y una noticia a la que sacarle mecha. No me quejo, declino en arameo que como está extingido  como las buenas costumbres y la cortesía, es lo que tiene, andrajos de realidad molida flashes  en un cuadro , que debió acabarse hace  años. La cara de Antonio Lopez si que valia un reinado, cara de sabio bien arrugado, amalgamo con el tiempo, inmortalizador de vidas que pasan por el machaque  de sus estudios desorganizado desorden. Dos negaciones son igual  a una afirmación a tientas, a un en un laberinto lexicográqfico, a una vuelta de tuerca. Luego el cuadro se expone, la pared quieta y los antiguos señores se velan la mirada, al sucumbir de los flashes. La familia no están bien, ni el país tampoco, que no hay bastante balde para contener tantas goteras, ni noticiario que se precie que no saque por día mas de dos corruptos. Todos fueron arrugas y tardanzas como los de Antonio López.

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