jueves, 18 de diciembre de 2014

BANANA

El país está mal. Y no me refiero en este caso a la crisis económica de la que hay indicio de recuperación, sino a una crisis política de gran calado difícil de entender en el mundo civilizado, dada sus concomitancias con las del país de la banana. ¿Quien le iba a decir a los constituyente de la Transición comandado por el Rey Juan Carlos y Suerez, que 36 años después, el razonable consenso al que llegaron está  siendo cuestionado hoy por casi todos? De nuevo parece que España vuelve a su tradición de hacer y deshacer  reglas del juego una y otra vez, una gran parte de sus fuerzas políticas y mediáticas claman por una reforma constitucional. El problema es que si venimos de un amplio periodo de estabilidad y consenso ahora no sabemos hacia dónde vamos, aunque seguro al disenso: los nacionalistas catalanes y vascos hacia el separatismo, el resto de las autonomías al acecho de posibles agravios soberanistas, el socialismo hacia más intervención del estado y al federalismo (¿), y la nueva extrema izquierda al modelo neocomunista venezolano y al derrumbe del sistema. Sólo el PP y D y ciudadanos parecen coincidir en no tocar el proyecto constitucional  hasta que no haya un acuerdo mayoritario, aunque lo disimulan muy bien con sus enfrentamientos. Por si fuese poco, en Cataluña el separatismo convoco un referéndum ilegal que que ha movilizado a cientos de miles de personas y a parte del estado en aquella comunidad. El gobierno, en aras de no facilitar imagen de la policía en la calle impidiendo una  votación (fraudulenta), no ha intervenido. Además, cada día surgen nuevos casos de corrupción para la que los españoles piden con razón prisión, si bien algunos terroristas con delito de sangre mucho mas graves, salen de la cárcel sin que se note mucha indignación ciudadana. Sufren las victimas y naufraga el vigor moral.
Para colmo, podemos amenazar con sustituir en la izquierda un PSOE, cuya alma parece estar más en el rancio socialismo de la lucha de clase en la socialdemocracia occidental. Solo nos queda la esperanza de que esa amplia clase media tendente al centro que ha sostenido la estabilidad nacional
durante estos últimos 36 años, no haya perdido del todo el norte, y resista la llamada del aventurerismo bananero tan propio de nuestra Historia pasada.




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