martes, 9 de septiembre de 2014

Firmas en blanco

El maléolo huesesillo con muy mala leche que se rompe a la menor ocasión, solo es dar con los pies un mal paso. No estamos para malos pasos en una época en que los paquetes que nos venían de China llegan ahora, junto a la sonrisa cachonda del cartero, con un IVA demás con 25 euros de recargo. No es por conformar, es por jorobar la marrana, que las multas de trafico, por sobrepasar una decena la velocidad en el intramuros de la ciudad se nos clave en la metáfora de querer apaciguar los números rojos que nos salen cuando pagamos los lapices, matriculas extraescolares de los niños. No se si se dan cuenta, los que nos nivelan desde arriba, que estamos secos de leche y que la ubre hace mucho que se arrugaron, que solo somos escamas y huesos de puchero, en aquellos que tuvimos la mala suerte de no nacer alemanes. Nuestros niños se han echo grande y nos consume la duda de si algún día podrán tener un trabajo que les de para la jornada completa y no alternando un puesto de reponedor de supermercado, con otro de limpieza en un gran hotel y un tercero en un restaurante de comida basura, para pagar todos los gastos que sobrelleva esta vida consumista, en la que estamos enfrascado. No nos vamos a ir al campo, porque los que nacimos aquí no tenemos lander, ni estepas, ni grandes terrenos, mas que si eres noble y tienes una fundación y entonces paga
menos impuestos que el okupa que vive al lado de mi casa. No nos vamos a ir al campo, porque los que lo han echo y han tirado por la senda de en medio, se han encontrados con planes urbanos y pgouses y están vendiendo el alma en los tribunales muchos años, para que al final, en muchos casos
de ilegalidades fragante, den con sus ladrillos en tierra de nadie. El maléolo  es un huesesillo con muy mala leche que te trastoca la vida, que te hace escribir pata arriba y despertar a media noche con la frente marchita, canas en el pelo y la sensación de qué tonto as sido por creerte especial, por
vivir sin necesidad de nadie. En estos dias de pretemporada, cuando notas la edad, cuando los pies se entumecen y trastocas, como el toro en la plaza, lo que era bravura  y campo y dehesa, por dolor,
desolación, y sangre en el albero, para que Lolo, el mulíllero que nada mas rápido que la Municipal,
dé su carrera enlazando el junco de su cuerpo, con cielos y olores a salinas muy lejanas. Nadie nos mira cuando estamos muertos, nadie vela nuestros cuerpos, porque solo somos carne de impuestos, de multas y requiebros aduaneros, meros nombre en una larga lista de otros muchos individuos altaneros, erráticos y lelos. No queremos conocernos y alternamos el paso y nos miramos si vernos.



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