lunes, 23 de septiembre de 2013

LOS MÉDICOS DE LA PESTE

Se tapan la cara con una mascara de pico de ave, desde cuyo interior solo pueden oler perfumes, para paliar la fetidez que les causamos los apestados. La máscara tiene en las cuencas que representan los ojos, lentes de cristal rojo que le impermeabilizan del mal contagio. Por tan negra bandera, luciendo un abrigo de cuero enterizo, rematado en sombrero de ala ancha y largos guantes. En la mano derecha, lleva un palo blanco rematado por un reloj de arena, alado, para zarandearlo con el, sin tener que tocarnos. Son la muerte negra que asola Europa, el paro, la desolación y la indiferencia, de altos mandatarios que nos mira con desprecio y asco, porque no producimos lo bastante para darle beneficio o no gastamos lo bastante de lo poco que ganamos, en comprar sus productos y enriquecerlos mas aún más. Nos hemos convertidos en caballo de "rebelión en la granja" y aunque damos coces, porque tenemos el cuerpo cocido a palo, y ya nos cansa, aún soportamos estoicamente el peso de la carga que se nos a impuesto más que nada, porque no sabemos salir del laberinto del fauno. Están entre nosotros y no nos hemos dado cuenta, no queremos darnos cuenta, mientras vamos al supermercado y cada vez con menos dinero, en los bolsillos vacíos, valen las cosas mas . No queremos darnos cuenta de que no podemos, porque tenemos hijos y se nos cae la cara de vergüenza, de tener que contarles, que nuestro futuro apesta y por consiguiente, también el suyo, que aún no ha sido - ni - iniciado. Ya sabemos que no resistiremos y eso es duro, mas si ni siendo caballos viejos, tendremos la ansiada paz, que ellos, los de la mascara de cuervo, lucirán, con nuestro esfuerzo, en paraíso fiscales, donde nos los pueda alcanzar, la justicia de los hombres. "El estado de bienestar ha muerto", han predicado en las teles de plasma y los africanos que no le escuchan y solo ven una valla que les frena en su carrera, saltan y saltan, cabras inquietas que trepan , por no morir apaleados. No saben, lo mal que estamos, no lo saben, aún enlatado en los albergues del Estado, ni lo entiende, porque esto es Europa, la calidad de vida, la de vivir bien, como meta de la abundancia. No ven al de la mascara, porque lo tienen muy visto con otra mascara y otra capa, otro palo encerado, para sacar llagas y hacer pus, que es el paro y el hambre y la enfermedad, moneda cruel que circula libre por parajes infinitos. Nos han vendido y no sabíamos a quien, en nuestro peregrinar de cada día y leemos la prensa y no entendemos que callen y vemos noticias y nos salen las caras de los tocados y hundidos, porque no habría tanto tiempo, para tanta desgracia. Y nos levantamos como autómatas, aún apestado, purulento y llegados.

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