martes, 26 de septiembre de 2017

RESUCITAR A RATOS

                                                                RESUCITAR A RATOS

Estos últimos septiembre me doy por muerto. Me he echo a la ídea de que mi año tiene once meses y uno me tiene a mi. Está la vuelta al cole con mis niño y mi propia vuelta al cole, con los horarios por hacer a brazos partidos y este año esta la actualidad política que tengo que seguir a duras penas (porque es penosay es duras y acompetece en estos días tan apurados apurados) y me viene encima algunos eventos intimo que lo complica todo un poco. En resumen para no dramatizar, me doy por muerto.
Lo que es una frivolidad, porque hay cosas muchísimo más serias. Pero los hipocondríacos y los ansiosos somos, en el fondo, unos superficiales. El reverso tenebroso del pasota: no pasamos de nada. Lo sopesamos todo.
Lo bonito es que el muerto que soy tiene de vez en cuando atisbo de resucitado. Me he comprado un libro de Fabrice Hadjadj que, naturalmente no me ha dado a abrir. Se titula Resucitar y me ha llegado (el titulo) en el momento mas oportuno.
A mis hijos no le importa mi estado de nervios: les parece bien. Gracioso. Tengo que recordar cuando llegue a la adolescencia y todo -como me cuentan que ocurre- como me cuentan que ocurre -le parezca fatal, que hubo un tiempo (éste) en que ellos me veián chispeante incluso (o mas) durante el mes de septiembre. Mi mjer me dice cuando me la cruzo,que me hecha mucho de menos, lo que es romantico y casi justifica tanto trabajo hasta tan tarde. Al salir corriendo de casa, por las mañanas. veo las estrellas hermosa e irónicas. Luego en una reunión, en medio de la vorágine que nos devora, hay momentos para una risa (de humor negro). De pronto, en un pasillo, me paro un segundo con unos compañeros y, con los nervios a flor de piel, me excito un poco en una dicusión banal, pero ellos me disculpan el histrionismo relajante. O al revés: veo que el jardín esta maravillosamente silencioso
y me siento en el banco cinco minutos que saben a una eternidad,como en la leyenda del monje que hoyo al ruiseñor, pero al contrario, aunque es lo mismo.
Todavía me queda (¡madre mía!) medio mes, pero voy a empezar a apuntar momentos de felicidad para recordar que, incluso en las épocas en la que uno se abandona al destino con ánimos mortuorios,
la vida sabe buscar resquicios para seguir imponiéndose. Todo esto es muy metafórico, pero me hace
concebir esperanza muy literales de que la resurrección siempre nos espera a la vuelta de la esquina, sin darse por vencida.

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