viernes, 28 de abril de 2017

                                                                            CERVANTES

Hay mañanas impagables como la del jueves de Premio Cervante (¿porque no se realizó el acto el día 23, como era perceptivo, porque ese día no se trabajaba? ¿los cargos institucionales no deben trabajar los domingos? ¿es trabajo tener privilegio de asistir a un acto de estas característica?). Hay mañana como aquella en la vque Eduardo Mendoza asistió al ritual en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, como marca la tradición , en la que resulta un lujo ser teleadicto. Hay jornadas en las que, de verdad no encuentra uno mejor acomodo posible que sentado frente a la pantalla.
Una pantalla sabia, culta, irónica, inteligente, repleta de humor fino y sostificado,  de buena educación y mejores gestos. Una pantalla, por otra parte qué contrasentido, hacia la que muy pocos miraron. Porque hubiese sido hermoso  ver a las gentes corriente deshaciéndose de sus quehaceres cotidianos, como cuando van a dar elinicio un partido de fútbol. "Tengo prisa. Que quiero escuchar a Mendoza". "Me voy corriendo a ver si llego al principio de la entrega". Hubiese sido hermoso ver como los profesores paraban su actividad en los institutos conectándose al Paraninfo de Alcalá, que todos los funcionarios, desde sus mesas, hubiesen conectado sus pantallas con esa transmisión, auriculares en ristre para no perder ni una palabra. Y que los estaban haciendo el cafelito en los bares,también hubieran estado pendientes de sus dispositivos para concentrarse en esa hora de embeleso.
Pero no. Ni atisbo de los nueve millones que se congregan ante un partido de futbol, ni mas de los tres millones que asistieron al estreno de Superviviente esa misma noche de jueves en Telecinco. El Premio Cervantes, completo, con sus 80 minutos de transmisión en directo, fue visto por apenas cuatro gatos. Y el mundo sigue girando.


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