miércoles, 22 de abril de 2015

UNA MANO EN EL COGOTE

Por qué nos ha leído tantas veces la cartilla? ¿Por qué el y los que son como él conocen las recetas que nos convienen a los demás de manera tan certera? ¿Por qué creyó que en los colegios de élite en los que estudió le enseñaba a mirar por encima del hombro a los demás componentes de la familia humana? ¿Por qué la norma de comportamiento que exige a los otros -Hacienda somos todos, cumplimiento de loas obligaciones fiscales y demás monsergas mentirosas- no se aplicaron a su vida como empresario o financiero.
No hay manera de explicar, desde el punto de vista del servicio publico, que en momento de dificultad para conseguir financiación para las empresas en toda España, quien regia la política económica encontraba un angel salvador en un gran banco, el Hong Kong Shangai Bank (HSBC).
La entidad bancaria más sospechosa del mundo por su vinculaciones probadas -lista Falciani- con el blanqueo de dinero, por sus conexiones con el narcotráfico o el trafico de armas y todo lo sucio, dudoso y carroñero que en el mundo ha existido -el susodicho Hong Kong Shangai Bank (HSBC)- fue acusado de ser el sorprendente reflotador de sus empresas familiares. Resulto escandaloso, como denunciaron El País y El Siglo, que las seis emisoras del personaje recibieran en el 2001 unos 40 millones de pesetas en contrato de publicidad de Repsol, el 6,66% del presupuesto de la petrolera, una cifra desorbitada teniendo en cuenta que la audiencia de esa emisora no superaba los 26.000 oyentes.
Un tímido ejemplo de cómo todas las empresas privatizadas  y las grandes de siempre se mostraron obsequiosas con quien había sido el patrón. Hasta ayer.
Altivo y engreído, hablaba como perdonavidas y miraba al cielo de España mientras realmente se ocupaba de su predio familiar. Decía luchar por el crecimiento patrio y mundial pero le importaba engrandecer su patrimonio.
Cuando vinieron mal dadas y, tras haber echo naufragar a miles de pequeños ahorradores que confiaban en la institución financiera señera del partido capitalino, se supo que su administración  había sido espuria, rácana y cutre.
 Todo un presidente sacando a hurtadillas un poco de dinero de una tarjeta negra el día antes de ser cesado en el preludio perfecto de todo lo que vino después. Desvelado su trapicheo universal, merece mucho mas que una letrilla cruel de Quevedo, un cuplé de carnaval o una mano en el cogote. Ya hace rato que saben de quien hablo.

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