viernes, 24 de abril de 2015

LLOREDO POR NECHO

Es poco el tiempo que se solapa entre tu vida y la de tus suegros. Unos treinta años, tiempo más que suficiente para quererlo como tus propios padres, no en vano si eres una sola carne con tu esposa, tus suegros deben de ser realmente tus padres.
   Mi suegro Necho, era persona que expresaba el cariño de una manera eficaz y práctica. A la sazón preparaba  las reuniones familiares asando el cordero adecuando la casa con el calor de la chimenea, con los detalles práctico de quien te dice "te quiero" con las obras. Cada sábado que había reunión familiar en el campo. Necho se desvivía desde bien temprano para pertrechar todos los avíos. Preparaba todo menos la música que me la dejaba a mi.
Necho Antonio Jeús Torre Viqueira, fue uno de los sabios de la Marina Española formando parte de esos marinos ilustres que se forjaron en Cádiz desde el siglo XVIII. Como buen marino se caso joven
con 23 años y pudo disfrutar con pleno vigor de sus cuatro hija y de sus onces nietos en toda su amplitud.
Fue profundamente religioso sin ostentación. Siguió el consejo evangélico que anima a entrar en la propia habitación para orar asegurando que Dios -que ve en lo escondido- escucha esa oración. Desde la fe el luto (negro) se convierte en lúteo (amarillo) como gustaba a Necho llevar los jerseys o las camisas y si te descuidaba hasta los pantalones o la chaqueta. La fe convierte el dolor en amor y en gozo irisado.
Tenía una voz potente que decía con humor haber desarrollado para sobrevivir a la conveniencia  con cinco mujeres (esposa y cuatro hijas). Esa voz tronadora que usaba también con sus nietos no le impidió tener el más grande cariño y veneración de los mismos.
Lloramos hoy por el adiós definitivo, pero entre ese lloredo sobresalen los laureles de sus victorias de su ultima victoria. Suegro -como me gustaba decirle últimamente con todo cariño-, déjame que te lo diga, te has ido como un campeón. Feliz singladura en el eslabón que te lleva a la Sierra Nevada Eterna.

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