Los ataques terroristas que ha sufrido el corazón de Francia estos últimos días han provocado una reacción unánime de condena del mundo occidental, materializada ayer en una manifestación multitudinaria a la que no faltaron dirigentes políticos de medio mundo. Europa -occidente en general es consciente de que libra una batalla contra un enemigo prácticamente desconocido que ademas tiene escaso apego a su vida propia. Ese es sin duda el primer paso para reconducir una situación que tiene en vilo a millones de ciudadanos y que en ocasiones ha modificado sus condiciones de vida. No es la primera guerra que se libra contra el terrorismo. España ha vivido en carne propia hasta hace poco tiempo la barbarie de ETA, con años con los que llegaron a contarse por cientos las victimas de atentados indiscriminado que se cobraron la vida de militares, políticos y
civiles; de ancianos y niños. También aquí fueron miles las personas obligadas a cambiar de costumbre, condenadas a convivir con el miedo permanente engrosar la lista negra de victimas del terrorismo. A diferencia de lo ocurrido ahora, más allá de la fronteras españolas se consideró a esta barbarie como un problema domestico, hasta el punto de que en el exterior llegó a facilitarse refugio a los asesinos. El Estado de derecho derrotó finalmente al terrorismo. España marcó un camino, el de la unidad y la ley, que ahora debe ser seguido por Europa. No caben otras alternativas.
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