martes, 18 de junio de 2013

¿ES MARIA LA UNICA MADRE VIRGEN DE LA HISTORIA?

Dicha pregunta se podría responder diciendo lo siguiente: La típica imagen de la Virgen María con el niño Jesús en el regazo no es exclusiva del catolicismo, es decir, dicha imagen es exactamente igual a la usada anteriormente en el antiguo Egipto para representar a la diosa Isis con su hijo Horus nacido de su madre virgen o también de la diosa babilónica Semiramis con su hijo Tamuz, nacido también de una virgen, y en otro continente a la diosa hindú Devaki con su hijo Krishna. Y a unque a priori esto pueda sorprender a quien no sea avezado en historia, ciertamente los paralelismos indican claramente que el culto a la madre de dios, fue copiado de los cultos a las diosas -madre de las religiones paganas. Una simple mirada a la historia de la iglesia muestra cómo se llego a esto: en Efeso, una muchedumbre fanática recorrió las calles de la ciudad exigiendo que la iglesia católica romana asumiese su antiguo culto a la diosa Diana. Los miembros católicos reunidos y apremiado por la muchedumbre solventaron el asunto colocando a María en el lugar de la aclamada Diana, declarando también a la madre de Jesús como la madre de dios. Asunto resuelto. Pero al margen de lo histórico ¿no suscita este confuso concepto de  <<madre de dios>>, la idea de que María, de algún modo, se encuentra por encima de Dios? La respuesta es si, no es lógico ¿Cómo puede ser la madre de Jesús ser también la madre de Dios si el existió primero y es creador? Sin embargo lo que para cualquier persona moderna que además piense libremente es lógico, no p0arece serlo para el antiguo Pepa Josef Ratzinger, pues en un encuentro con el clero en el año 2007 declaro: "Dios, el Señor, tiene una madre, y la madre y en la madre reconocemos realmente la maternal bondad de Dios. En la madre de Dios vemos  toda la ternura de Dios. Por eso es un gran regalo para el catolicismo cuidar y vivir ese alegre amor a la madre de Dios, a María".
Jesús de Nazaret nos hablo de la siembra y la cosecha, aunque nos enseño también el camino de la salida, ya que las causas no siempre han de derivar en un efecto. Si reconocemos que hemos obrados contra las leyes de Dios o contra nuestro prójimo, nos arrepentimos de ello, podemos pedir perdón y si nos e posible reparamos el daño hecho para luego no volver a hacer algo igual o parecido, la cosecha con toda seguridad no será la que tendría que haber sido de haber persistido en nuestro error.

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