domingo, 11 de agosto de 2013

ANSIA DE PODER

Ei ansia de poder en algunas personas es tan desmedido, que para conseguirlo no dudan en pisotear cualquier derecho, en traicionar, en sufrir o exponer la vida ajena e incluso la propia, como ha pasado con todos los Gobiernos que ha habido en España, con solo la ansia del lucro personal.
Para poner un ejemplo de esta conducta irracional desde mi punto de vista, elegí a un personaje poco conocido que intentó hacerse con la corona del reino astur sin medir las consecuencias.
Alfonso II, que carecía de hijos, designo como heredero a su primo Ramiro devolviéndole de alguna manera la corona que hubiera sido el legítimo heredero de Bermuda antecesor de Alfonso ya que, tras el desastre de Burbia a mano del general Yusufibndo Buijt y su ejercito Cordobés, Bermudo había decidido abandonar un trono que en realidad nunca había querido, designando a Alfonso para sucederle.
Pues bien, cuando Ramiro obtiene la corona, ya era mayorcito, debía tener unos cincuenta años aproximadamente. Viudo de su primera esposa, de la que no conocemos nada aparte de que tuviera un hijo llamado Ordoño, decidio casarse de nuevo y para ello se dirigio a Bardulia a buscar a su esposa, Paterna (de esta por lo menos conocemos el nombre), y en su ausencia el conde palatino Nepociano, nuestro personaje decidio invalidar la elección de Ramiro autoproclamarse rey.
¡Que satifacción debió de sentir cuando se coloco la corona! claro que no debio ser menos el cabreo de Ramiro cuando se enteró que después de esperar tanto tiempo (Alfonso II reinó durante cincuenta y dos años) ahora venía este zoquete y sin haberla dejado estrenarla, se la había quitado.
Demostrando su inteligencia y dominando su rabia, Ramiro en lugar de volver directamente a Oviedo para recuperar lo que era suyo por ley, se dirigió a Lugo donde tenia muchos partidarios y formo un gran ejercito. Se dirigió al encuentro de Nepociano que con un ejercito de asturiano y vascos quiso enfrentarse a el. El encuentro tuvo lugar junto a un puente sobre el rio Narcea, se cree que a la altura de lo que hoy es Cornellana, pero comenzando el combate, Nepociano fue abandonado por sus acompañantes y tubo que huir,t pero al llegar a la provincia premoriense (comarca de Piloña) fue capturado por dos condes que lo habían perseguido, Espión y
Sonna. El castigo para el usurpador de la corona fue la pena de la ceguera, castigo que se uso en aquel tiempo cuya escenas se puede ver representada a menudo en los códices altomedievales en la que figura el reo de pie con las manos atadas y el verdugo le saca los ojos con una barra larga de hierro. Este castigo ya debía de haberlo tenido en cuenta Nepociano pues como digo era muy corriente en la época, pero sus ansias de poder debió nublarle la memoria. Ramiro le premio además con una estancia totalmente gratuita en un convento de allí, se dice que termino sus días.
Pero si os créei que Napociano había aprendido la lección os equivocáis.
Cuando Ramiro creyó que al fin había puesto orden, llegaron los nomadas que arribaron a nuestras costas y Nepociano que no había escarmentado, aprovecho la coyuntura de que el rey tenia que ir a defender, el territorio, volvió a las andadas e invulcró a dos condes, Aldroito y Piniolo para sublevarse contra el rey de nuevo Ramiro  tubo que dejar bien claro de quien era la corona, y Androito perdió los ojos y
Pinolo perdió algo mas, su vida y la de sus sietes hijos; la verdad es que Ramiro debía de estar hasta la coronilla de tanto afán de quitarle la corona.
Yo me pregunto, sabiendo que tipo de castigo se ponía por conspiración y que entonces no se daban con chiquitas ni había abogados que todo lo lían para sacar libre al culpable ¿cómo es que osaban intentar algo tan grave como arrebatarle la corona al rey? ¿tanta fuerza tiene el deseo de poder? imaginaros por un momento lo que seria que te sacaran los ojos sin anastesia ninguna ¿merece la pena tanto dolor por una corona de nada?. Pues aunque yo no lo entienda alguna fuerza poderosa arrastra el ansia de poder y si no que se lo pregunte a los reyes godos que la mayoría dejaron esta vida mucho ante de lo previsto por ellos, algunos incluso sin llegar a probarse la corona, como Sigerico al que le duro siete días, o Recadero II que a los dos meses moría en estañas circunstancias; era un continuo "QUITATE TU QUE ME PONGO YO".



 

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