martes, 12 de marzo de 2013

SEÑOR NO TENGO DERECHO A SOÑAR

Omar Salah 12 años de edad, se ganaba unas libras arrastrando su comercio ambulante por loos confines de la plaza Tahir, en el Cairo (Egipto). A unos metros de los gases lacrimogenos y las escaramuzas, el muchacho aventaba el carbon y arrancaba humeantes batatas asadas de la tripa del horno. Su pequeño cuerpo aparecio hace unas semanas en una morgue local. En un comunicado, las Fuerzas Armadas egipcias asumen la responsabilidad por lo que han denominado "una muerte acidental" del muchacho vendedor. Segun el ejercito, un soldado le disparo el pasado 3 de febrero, en las inmediaciones de la embajada estadounidense de El Cairo, cuando inspecionaba el arma. La imagen del cadaver, envuelto en una manta y con una camiseta roja rajada y empapada en sangre, comenzo a circular por las redes sociales en internet. Algunas personas reconocierón en el rostro del fallecido, a un niño gravado recientemente junto a su puesto de batatas asadas. En el minuto escaso que duraba el video, un camara aficionado interrogaba al chico por sus sueños, y Omar le constestaba: "señor, no tengo derecho a soñar"...
No podemos aceptar, de ninguna manera, que esta muerte haya sido acidental o casual. Si queremos verlos con los ojos de las vi9ctimas de la injusticia, esta muerte nos muestra la crueldad en que vive la infancia y la juventud en cualquier ciudad en cualquier pais empobrecido. Millones de niños malviviendo en las calles, expuesto a maltrato, violaciones, ataques, asesinatos.... Infancia destruidas, como la de Omar, que gritan y acusan a este sistema imperialista y asesino que condenan al Hambre, a las guerras provocadas por intereses economicos, a la esclavitud infantil, y que lesw fuerzas sin contemplaciones a cambiar prematuramente las aulas y el juego, por un campo de batalla y la explotacion laboral, para poder sobrevivir y alimentar a la familia.
Hoy, la vida de los empobrecidos vale menos que la bala que los mata. Para loas sociedades enriquecidas, para los satifechos , entre los que tambien nos encontramos nosotros, el asesinato cotidiano de millones de hermanos nuestros es el acta de acusación de nuestros pecados de pensamiento , palabra, obra y omisión a nivel personal, ambiental e institucional. Llevamos a nuestro corazón el sufrimiento del mundo, crucificado hoy en tantos rostros, y luchemos solidariamente por la justicia. Solo así podremos vagamente levantar la cabeza ante la verguenza que supone el asesinato de Omar y el de tantos millones de inocentes cada dia.

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