domingo, 21 de abril de 2013

MUJERES

Alicia va a los Jereles porque se ha hartado de frio y lluvia. La Noci está en paradero castellano, extrañando los azahares que invoca al dios de la aromatica, al ritmo de Polars Bears. La vida no se detiene, ante nada, ni nadie y esta mañana de primavera exultante, me ha regalado el olor a adobo que mi madre hacia en su antigua cocina, en barreños enorme, aguados por ese hito que es renovarse y renovar.
Las mujeres de mi vida, me acunan los recuerdos, me mecen en la tormenta y me llevan a los lugares donde nada me hace daño y solo envejezco. Envejecer es un trasiego incomodo que no me gusta, pero que me dilata la conciencia huidiza, a rincones perfectamente familiares, donde ya nada existe, pero todo se hace presente por pura magia. El adobo de mi madre, reviene solo a la vuelta del colegio de los niños, su voz joven, su sonrisa, nunca risa, me hilvanan con mi hija, con su paso firme, como si pisoteara malva y su risa carcajeante, casi nunca sonrisa. Estas cocinas de mujeres, cocinas devoradoras de secretos, mujeres que no corrilleaban, porque tejian, cosian e hilvanaban, vidas pasadas y futuras, de mecedoras llenas, despachos ausentes, comodas de fotografias llenas, con marcos de plata de la boda de la madre, bajo el cristal donde se exponia la belleza juvenil de la abuela, sobre el ganchillo del tapete de la incentidumbre diarias. Son mujeres, siempre mujeres las que me acogen, las que se entregan las que sufren y se penan....Siempre mujeres, niñas aventajadas, mocitas tiernas, en sillitas, en tenderete, en palco y en feria. Mujeres que trabajan y llevan dos casas a cuesta, caracolas de colores que enrojecen mejillas y que lacran juventud y vida, para que los suyos prosperen. Jovenes que andábamos a la playa victoria en autobus urbano temiendo que nos cogieran el culo y ahora matronas sentadas en la vida, aposentadas con muslos famélicos de aires de vestalidad que las monjas obligaban, con leotaldos marrones, rematados en zapatos gorilas. Alicia se va con su bicicleta recien comprada y su baño diario de mar a los Jereles. La Naci, vive una segunda vida en los ojos azules de Elvira y se imagina un mundo mejor para ella, a pie de enrocadas calles, sin olvidar lo que dejó, los que dejó, los mayores de edad  que ya no son mas que piezas sueltas, desmenbradas de un puzzle que tejió  nuestro útero y que ahora anda a dos piernas, separado, pero presente en nuestras vidas, que se cocina a fuego lento, adobada letania, de mujeres...Siempre mujeres, que conformamos futuro, madres que parimos, madres que esperan ser madre, niñas que esperamos ser hijas, palomas sin rejas impuestas, ni zapatos gorilas, con sandalia y pelo suelto, de la mano de matronas alicaidas, porque el tiempo se les escurre de las manos y no puede adobarle una pizca de su vida.

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