Pocas realidades existen más versátiles que el mar,
que cambia de color y de textura, que se enfurece
y se amansa, que viene y que va, que crece y que
mengua, que nos lleva y nos trae, que acoge la vida
y la arrebata, que amedrenta y enamora.
Imbuida por este arrebato transparente, Cádiz se
mira cada mañana al despertarse en el espejo de
agua que la rodea y se acicala unas veces con la
espuma blanca de las olas y otras se despeina con
el viento de levante.
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